sábado, 17 de octubre de 2015

Las supermodelos pirómanas quieren destruir la Luna.

-"Quiero irme de aquí. No, debo irme." Dijo aquella joven muchacha de piel pálida y ojos negros acentuados por sus prominentes ojeras y que sostenía una cerilla con su mano derecha. 
 
-"Nadie se daría cuenta de tu desaparición, Pecadora, no eres más que otro desecho humano que ha llegado aquí. Además, no sobrevivirías ahí afuera. Aunque, puedes intentarlo, menos competencia para el resto." 
 
Pristique, comúnmente apodada "Pecadora que nunca duerme", siempre se sentaba en lo que pretendía ser una cama sosteniendo un cerilla que ni ella misma sabía por qué llevaba encima. Compartía su espacio con otras dos figuras femeninas cuyo concepto de pasar el rato era inhalar humo originado de productos de color gris e inyectándose sustancias con una especie de objeto punzante. 
 
Ese espacio, si así puede llamarse, estaba lleno de mugre, una ventana que irradiaba un pequeño rayo de luz a causa de los cientos de barrotes que impedían si quiera imaginar lo que había más allá. En el techo podía visualizarse algún tipo de dispositivo que vigilaba a Pristique y las otras figuras femeninas.  
 
-"Supermodelos, levantaros, es la hora." Eso fue lo que la joven intuyó que una figura corpulenta con voz ronca dijo al abrir una puerta en muy mal estado, ya que hablaba en un extraño idioma que no entendía. 
 
Así era el día a día en ese lugar, El Burdel, donde las llamadas "Supermodelos" eran puestas a prueba caminando por una pasarela larga rodeada de criaturas deformes, cuyos brazos medían más de metro y medio, con artefactos capaces de crear luces de la nada. Al final se encontraba la máxima autoridad de ese lugar, también conocido como Señor Benzedrine. Daba igual si esas "Supermodelos" estaban en mal estado, desfiguradas o al borde de la muerte, tenían que seguir con el espectáculo, solo tenían que seguir una norma para no tener que sufrir un terrible destino, conseguir que alguna de esas criaturas deformes se interesara por ellas. Las consecuencias eran algo secundario. 
 
Mientras la joven y pálida Pristique estaba inmersa en sus pensamientos, las dos figuras femeninas empezaron a caminar por la pasarela. El Señor Benzedrine, al darse cuenta que la muchacha no se movía, le dio una orden a la figura corpulenta y esta se encargó de darle un empujón a la joven para que se diera prisa. Esta empezó a avanzar a regaña dientes, esa era la primera vez que se enfrentaba a al reto de la pasarela. En el mismo momento que empezó a desfilar, todas las criaturas deformes la cegaron con las luces producidas por esos extraños artefactos de diferentes tamaños. Sorprendido por tal reacción, el Señor Benzedrine paró el espectáculo y se dirigió hacia a la conmocionada y confusa muchacha ante la mirada celosa y vengativa de las figuras femeninas. Este parecía satisfecho y le dedicó unas palabras a Pristique que ella no pudo comprender. 
 
Terminado el espectáculo, Pristique y el resto de "Supermodelos" volvieron a esa especie de salas mugrientas. Nada más llegar, las figuras femeninas, llenas de rencor, se limitaron a patear a la joven mientras gritaban palabros que ella interpretó como insultos. Cuando recuperó la consciencia, se levantó, se sentó en su rincón y sacó una cerilla de su bolsillo. 
 
-"Quiero irme de aquí. No, debo irme. Soy un desecho social, se que no puedo sobrevivir fuera pero... este no es mi lugar". De repente, una sustancia líquida calló desde su ojo, estaba llorando. Mientras lloraba, un sentimiento de ira crecía en su interior, y se hacía más fuerte cuando giró la cabeza y visualizó a las dos figuras femeninas tiradas en unas sabanas cuyo color original fue blanco en un pasado. Al lado de una de ellas, encontró el objeto que utilizaban para encender los productos que desprendían un humo desagradable, y encendió la cerilla que no paraba de mirar desde su llegada al Burdel.
  
-"Que las llamas comiencen". Murmuró Pristique ahora llena de rabia y resentimiento mientras las lagrimas brotaban de sus ojos. 
 
Mientras contemplaba la pequeña llama que acababa de encender, se le heló la sangre y la lanzó a las sabanas que cubrían a las dos figuras femeninas. Las telas prendieron en un abrir y cerrar los ojos mientras observaba a las criaturas que horas antes le habían causado un dolor físico y mental inimaginable. Escuchó sus gritos agonizantes y observó como se caían algunas capas de su piel exponiendo parte de sus músculos y grasa.  
 
Tenía que actuar rápido, sabía que estaba siendo vigilada por el dispositivo del techo, así que, recogió el objeto punzante que se utilizaba para inyectarse sustancias y esperó al lado de la puerta. Tan pronto como la figura corpulenta entró, Pristique saltó y clavó el objeto punzante en su ojo con todas sus fuerzas. Mientras la adrenalina aún estaba presente en su cuerpo, salió corriendo de la habitación tan rápido como pudo mientras escuchaba fuertes gritos de dolor. 
 
El Burdel parecía un laberinto oscuro, no sabía por donde estaba corriendo pero, tras varios minutos, visualizó una puerta más grande que todas las que había visto hasta ahora y de cuyos cristales entraba una tenue luz naranja. Antes de poder abrir la puerta hacia su libertad, escuchó una voz familiar. Era el Señor Benzedrine, estaba a unos metros de la muchacha, vistiendo el mismo traje con corbata que llevaba siempre. Su cara, iluminada por la luz naranja del exterior junto a su pelo mal hecho, recordaba a la llama de una vela. Este se dedicó a hablarle, y la chica intuyó que estaba negociando con ella alguna especie de trato. Cuando acabó, Pristique se limitó a levantar un dedo como hacían esas dos figuras femeninas, ahora reducidas a cadáveres carbonizados, cuando la joven les intentaba preguntar algo. Se giró, abrió la puerta y salió del Burdel. 
 
Lo que se encontró fuera era algo que nunca habría imaginado. Sus ojos oscuros contemplaron un páramo en ruinas de lo que alguna vez fue una gran metrópolis. Pero no había tiempo de pensar, así que comenzó a correr tan rápido como pudo. Tras varias horas corriendo por ruinas y arena, el cansancio se apoderó de ella y se refugió dentro de pudo ser una casa. Fue poco el tiempo que tuvo para descansar, desde la lejanía pudo escuchar gritos que supuso eran del personal del Burdel. 
 
Dejó atrás las ruinas de la ciudad y se adentró de lleno en el páramo arenoso. Lo único que podía observar era arena y una perpetua puesta de sol. Tras varios minutos, Pristique excedió sus propios límites y cayó. Sabía que iba a morir, no tenía comida, no tenía agua, estaba a kilómetros de cualquier recurso primordial y no podía moverse. 
 
Tras varios minutos que para ella fueron como horas, notó algo que le tocaba la mano. Con pocas fuerzas de flaqueza, giró la cabeza y se topó con la cara de un animal. Era un perro bastante grande con una chapa en su cuello con el nombre de Foster en ella. Su, aparentemente, último amigo no paraba de lamerle la cara y ladrar, algo que alegró a la chica. Poco después, escuchó unos pasos y una voz masculina. 
 
-"¿Y esto, Foster?" Dijo con ironía -"Parece que has encontrado una nueva amiga." 
 
-"Déjame, no soy nada más que un desecho social que... Ugh!" 
 
La voz masculina le dio una patada con tal fuerza que giró el cuerpo de esa muchacha de ojos negros y piel pálida. Al abrir los ojos, vio a un hombre no demasiado mayor con unas gafas que le protegen de la arena, la chupa de cuero negro, un tapabocas y guantes de cuero. 
 
-"No eres un desecho social, nadie lo es. No sé por qué lo crees y quién fue el que hizo que lo creyeras, así que levántate, no vas a morir aquí. O sí?" 
 
Tras escuchar esas palabras, Pristique comenzó a llorar de nuevo, y hizo un gesto de negación con la cabeza. 
 
-"Así me gusta, no te preocupes, todo irá bien, te llevaré al Desfile Negro, ahí serás bienvenida." 
 
En ese momento, el hombre recogió a la joven y la cargó a sus espaldas mientras esta aún lloraba desconsolada. Mientras caminaban, ella se calmó y le entró sueño por primera vez en mucho tiempo. Así, la Pecadora que nunca duerme, por fin pudo hacerlo pero, antes de caer en un sueño profundo, unas palabras resonaron en su cabeza:
 
"No importa cuan mal estés, siempre tienes que levantarte. No importa si estás sola, baila al ritmo de la canción enemiga, estarás perdida, pero encontarás a alguien, y así es como superaréis todos los problemas. Levántate, no te rindas, deja a un lado las dificultades, destruye la Luna."
 
Anklebiter.
 
 
 
He aquí los responsables de haber convertido mi entrada original en lo que es ahora.